martes, 10 de noviembre de 2009

JAISALMER, EN MEDIO DEL DESIERTO



Tras descansar 3 días en el “resort” de Pushkar decidimos adentrarnos más en el desierto. El estado de Rajastán está compuesto por diez ciudades, cada una con su encanto, pero nosotros no nos podíamos detener en cada una de ellas por cuestión de tiempo, así que nos dirigimos a Jaisalmer, en el extremo más occidental del estado, fronterizo con Pakistán.

Como todo viaje éste tuvo su anécdota. Cuando estábamos esperando el autobús nocturno se nos acercó un hombre indio, de aspecto chulesco. Esta es su descripción: camiseta de tirantes ajustada, una cadena gruesa colgando del cuello y mascando una pasta hecha a base de especias que todos los indios mascan y se pasan escupiéndola durante más de dos horas. Nosotros esperábamos como poco que nos pidiera algo, para variar, ¿pues no! La gran sorpresa es que empezó a hablarnos en catalán, no os imagináis nuestra cara de tontos.. Resultó ser un tipo bastante majete, casado con una catalana y que cada 4 meses venía a Rajastán a comprar telas y abalorios para una tienda que tienen en España.






En esta ciudad la población vive separada por un fuerte. Los dos primeros días pernoctamos fuera del fuerte, ya que en la guía advertían que dentro no era buena zona para instalarse. Desde la azotea de nuestro hotel había una vista maravillosa del fuerte. Todas las construcciones de Jaisalmer están hechas con mármol bizantino lo que confiere a la ciudad un color amarillo cálido durante el día y rojizo al atardecer.








Al ser la parte más desértica de la India está plagada de agencias que ofrecen safaris en camello por la zona. Los habían desde un día hasta cuatro. Nosotros bien valientes decidimos hacer 3 días y dos noches pese a que algunos experimentados nos dijeron que con una noche era suficiente. Ha sido una de las más divertidas aventuras hasta el momento.

Los camellos son los animales más dóciles con los que me haya cruzado, además de que tienen una cara más que simpática. Son muy fáciles de montar, y una vez les has pillado el rollo hasta puedes hacer que se desvíen de la ruta que habrán hecho más de un millón de veces y siguen a ciegas.


El primer día nuestros guías eran dos críos que tendrían que llevar toda la vida en el desierto porque no sabéis como se manejaban. Tras el paseo matutino atravesando una formación de dunas visitamos un pueblo en mitad de la nada. Nos asaltaron todos los niños del lugar, literalmente, arrastrándonos hasta la única tenducha que había. Generalmente ni somos caprichosos ni malgastadores, pero cuando el dependiente abrió la nevera para enseñarnos lo que había, no pudimos resistirnos a la llamada de una cervecita muy muy muy fresquita. Y claro, como recompensa compramos una fanta naranja a los críos que corrieron por todo el pueblo pasándosela de unos a otros.



Ya picaba el sol, así que hicimos un stop para comer bajo la sombra del primer árbol que encontramos. Buscamos ramas secas de arbusto para el fuego, extendimos una manta (la alforja del camello), y cocinamos comida típica del lugar. Cuando estábamos recogiendo apareció el verdadero guía, Abdul, acompañado de un tercer muchacho. Así que las cuentas eran dos turistas y cuatro guías , mejor acompañados no podíamos ir, pensamos.


Como caía la noche apretamos un poco y pusimos a trote a los camellos, como corren… Llegamos a otras dunas que eran nuestra zona de acampada. Precioso el atardecer. Tras la cena disfrutamos del fuego, los mini guías cantaban canciones y danzaban, Ángel se animó a seguirlos. Llegó el momento de irse a la cama. El desierto es uno de los mejores emplazamientos para dormir al raso, pocas veces he visto un cielo así de estrellado, pero eso es si te da igual estar rodeado de un millón de bichos y animalillos e incluso que uno de los innumerables escarabajos peloteros te pase por la cara. Cómo me reí con Ángel esa noche, no me imaginaba que era tan cagueta, cada cinco minutos encendiendo la linterna porque había notado “algo” cerca.. Cierto es que a la mañana siguiente se observaban por lo menos 6 rastros de animalitos diferentes, incluso alguno serpenteante, y la mayoría de ellos cruzando nuestros sacos (hay que ver lo que una aprende viendo Lost).



Los dos siguientes días tuvieron la misma estructura, visita a un pueblo por la mañana, donde también nos asaltaron cien mil niños pidiéndonos chocolate o una rupia, comida y descanso a la sombra de un árbol y paseo vespertino hasta la zona de acampada.


La verdad es que con una noche hubiéramos tenido bastante para empaparnos de la vida del desierto, pero también es cierto que montar al camello fue más divertido conforme nos conocía el animal, y el último día disfrutamos como enanos con ellos.

Volvimos a Jaisalmer, pero esta vez nos hospedamos en un guest house dentro del fuerte, ya que antes de partir para el safari estuvimos comiendo allí y vimos lo tranquilo que era aquello. Además de que dentro del fuerte teníamos a nuestro primer amigo indio, Jeetu. Lo conocimos paseando por las callejuelas del fuerte, él nos ofreció comprar en su tienda de ropa hablando un español casi perfecto. Por cierto, ¿os podeis creer que nos dijeran “más bueno que el zara” , “ más barato que le mercadona, 3x2” o cualquier otra cosa en español en casi todas las tiendas? Nos quedamos flipados.









Pues jeeetu resulta que está casado con una chica española, también catalana. Todo un personaje. Con el compartimos los cuatro días que pasamos en Jaisalmer tras el safari. Nos llevó a comer a varios restaurantes de indios, incluso invitando él. Nos averiguó donde vendían las bicis a mejor precio,( si, hemos comprado una bici), y al día siguiente montó un pollo en medio de la calle defendiéndonos porque no nos habían desmontado la bici y empaquetado como habían dicho, así que nos llevó a otro sitio. Al final todo resuelto, la bici de camino a casa y mi chico más que contento.



Y bueno, no me podía olvidar de Lila, curiosa cuanto menos. Mujer francesa cincuentona, más chalada que una moto. Es la presidenta de una ONG que va a montar un cole para discapacitados en la ciudad. “¿Por qué en Jasailmer?”, le pregunté yo, la respuesta es porque se lo dijo Dios, el Dios del amor. Vegetariana estricta, intentó convencernos y todo de que cambiáramos de lado. Cada cigarro que se fumaba, se tiraba el humo en las palmas de las manos y se las pasaba por la cabeza y se santiguaba. Tuvimos una gran charla, de varias horas que hizo que por primera vez cayera la madrugada estando en pié desde que estamos por aquí. Hablamos de los dioses, las religiones, la cultura, la ciencia… No podía aceptar que tirara por tierra la teoría evolucionista de Darwin en la que asiento la mayoría de mis bases científicas. Pero lo que ya nos hizo soltar una carcajada es cuando nos contó que estando en México se colocó comiendo peyote porque así es como uno se puede comunicar con las plantas, de hecho nos dijo, “¿ Cómo os creéis que los chamanes saben para que sirve cada planta? Pues porque ellas mismas se lo dicen..” Un hurra por Lila, de mayor quiero ser como ella.

Merxe

1 comentario:

  1. Hola! estuve este año en Jalsaimer y tambien conoci a TIJU!! tenes algun contacto de el? el mail que me paso me rebota

    Gracias

    ResponderEliminar