martes, 10 de noviembre de 2009

UDAIPUR, VENECIA EN INDIA


Pese a que no entraba en nuestros planes, las recomendaciones de nuestro amigo Jeetu nos hicieron probar la experiencia de viajar por primera vez en un tren indio (madre mía) y cambiar el rumbo hacia Udaipur. Esta ciudad es conocida como la Venecia de India, debido a los 5 lagos sobre los que está construida, y por tener uno de los palacios más famosos del país, el Lake Palace que reposa en mitad del lago principal como si de una isla de mármol blanco se tratara. El palacete es también conocido y explotado turísticamente por ser el escenario final de la mejor película (para un servidor) de la saga de espías más famosa de la historia, hablamos ni más ni menos que del señor Bond, James Bond, y Octopussy fue el film rodado aquí.






La verdad es que no sólo del palacete vive Udaipur, ya que en los alrededores, vigilándola desde las cimas de varias montañas, hay dos templos que merece la pena visitar sólo por su hubicación. Y como plato fuerte, custodiando la ciudad desde el centro con sus 244 metros de longitud encontramos el enorme y precioso palacio de Udaipur que, como todos los demás, ha sufrido el cambio de inquilinos puesto que los Marajás que en ellos habitaban han dejado paso a los pudientes turistas que se hospedan en estos hoteles de súper lujo. El resto de mortales nos tenemos que conformar con verlos desde fuera y fotografiarlos imaginándonos las maravillas que albergan.






El alojamiento que escogimos aquí, pese a no tratarse de un palacio, y no porque mi reina no se mereciera menos (ahí dejo eso), tenía una terraza con vistas al lago que hacía que las comidas allí se disfrutaran aún más.


Una de las cosas que más nos chocaron de Udaipur fue la media de edad elevada de los guiris que tranquilamente paseaban por sus calles lidiando con los pesados vendedores que, como ya nos empezábamos a acostumbrar, detectaban tu nacionalidad sólo con mirarte el careto y te soltaban un “amigo como estás” para intentar que te acercaras a sus tiendas y empezar entonces el avasallamiento de productos y precios con los que comerciaban.


Pero como nosotros no somos unos turistas normales, disfrutamos de los servicios de 3 personajes cuanto menos curiosos.

La primera inversión que hicimos fue en sector de la estética e imagen personal. Como el tiempo va pasando y el pelo va creciendo, decidimos que mi segundo paso por la peluquería no podía esperar, así que entramos en un “salón de belleza masculino” para que un hombre de aspecto refinado me cortara el pelo. El “Llongueras” en cuestión estaba bastante interesado en hacerme no se qué masaje, pero a Merxe no le hacía mucha gracia, y a mi no me hacía ninguna.

Los interminables e incómodos viajes y la clase de Yoga del rompe cuellos de Risiquesh habían hecho mella en las cervicales de mi compañera de viaje, así que nos aventuramos a visitar al segundo de nuestros servicios.


En la parte no turística de la ciudad tenía la “consulta” el curandero al que todos los lugareños conocían pero que no estaba anunciado en ninguna parte ni había forma de ponerse en contacto con él, así que con más desconfianza que otra cosa nos dirigimos a esperar encontrarnos cualquier cosa, y así fue.

En una habitación vacía y con un grupo de indios haciendo cola en la puerta un hombrecillo bastante joven de aspecto agradable manipulaba los cuerpos , y sin saber muy bien por qué, nos hizo pasar nada más llegar. Sentó a Merxe en el suelo mientras un par de hombres más y yo mirábamos la “operación”, y sin mediar palabra (tampoco sabía inglés, claro) localizó en seguida la vértebra dañada y con no más de 4 movimientos la colocó en su sitio. Me hubiese gustado haber visto mi cara de asombro cuando en menos de 2 minutos este osteopata popular había conseguido lo que en España supondría toda una sesión de un titulado, con su elevado coste, claro está, porque no sé si lo he mencionado pero el señor Hamna Ram Dangi no cobraba ni una rupia por sanar, aunque aceptaba donaciones la cual pagamos más que gustosos.



La tercera prestación contratada nos vino sin nosotros esperarlo. El motoricksaw que nos agenciamos de chofer para ir al sanador y que nos llevara por la noche a la estación de tren, resultó ser un piloto de fórmula 1 pero en versión motocarro. Ni las arriesgadas avenidas de Delhi, ni los vertiginosos acantilados del Himalaya nos habían hecho ver la muerte tan de cerca como por las estrechas calles de Udaipur…

Angelete

1 comentario:

  1. Bueno, ya veo k estais haciendo un viaje....
    Me alegra que esteis disfrutando de tantas historias, le verdad es una envidia.jejeje
    Seguir escribiendo, así tendre mas cosas k kontar, jejeje

    Un besazo
    Guillermo

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