No echamos a faltar algo hasta que no lo tenemos…Eso pensé en cuanto llevaba media hora de viajecito hacia Kargil, nuestra primera escala de camino a Leh. Y es que, pese a que siempre había pensado que eran penosas, nuestras carreteras son una maravilla comparándolas con los caminos de tierra que unen las ciudades aquí. Y digo caminos porque son eso exactamente, muy de vez en cuando te encuentras con tramos más o menos asfaltados, pero lo normal es que los conductores de los vehículos tengan que ir esquivando grandes socavones o atravesar riachuelos con suficiente corriente como para tirar al suelo a una persona, por no mencionar a los jeeps o autobuses que vienen de frente, y no se apartan de nuestra trayectoria (porque dos coches al mismo tiempo no caben) hasta que uno de los dos no cede, en plan duelo y el que más pueda pa él. La verdad es que es sorprendente la capacidad de conducción de la gente aquí, y lo que nos acojonamos cuando el viaje empezó a convertirse en un rally.
Muy a pesar de todo esto, nuestras sensaciones eran contradictorias, ya que resultaba extraño estar tan pendiente de la carretera cuando todo lo que nos rodeaba era tan bonito. Creo firmemente que he pasado por las montañas más espectaculares que he visto en mi vida.
Muy a pesar de todo esto, nuestras sensaciones eran contradictorias, ya que resultaba extraño estar tan pendiente de la carretera cuando todo lo que nos rodeaba era tan bonito. Creo firmemente que he pasado por las montañas más espectaculares que he visto en mi vida.
De Kargil no hay mucho que decir, un pueblecito perdido en medio de una de las cordilleras más altas del mundo utilizado como zona de paso hacia Leh, la última ciudad de la India antes de cruzar a Nepal.
Cual grata sorpresa fue el descubrir que Leh no tenía nada que ver con lo vivido hasta el momento. Lleno de tiendas de ropa de montaña, agencias de actividades de aventura y llena, llenísima de guiris, por lo tanto os podéis imaginar lo inadvertidos que pasábamos entre la multitud, cosa que ya teníamos ganas de que pasara.
Desde el primer momento en que empezamos a andar por la ciudad, ya empezamos a notar el mal de altura típico de esta región, supongo que los casi 4ooo metros de altura a los que nos encontrábamos se tenían que notar, y la verdad es que suponía que dos personas deportistas y montañeras como nosotros nos íbamos a aclimatar rápidamente, pero los días pasaron y cada vez que teníamos que subir una cuesta o hacer algún sobreesfuerzo, por pequeño que fuera, la falta de oxigeno nos recordaba que bajáramos el ritmo y tomáramos aire. Por no mencionar lo que llega a calentar el sol aquí, y no cabía la posibilidad de que refrescara con algún chaparrón porque el índice de pluviosidad en Leh es similar al del desierto del Sahara, con más de 300 días de sol abrasador al año.
Al margen de estas adversidades, la estancia en esta ciudad a lomos del Himalaya fue especial. Cuando ya pensábamos que no se podía superar el nivel de las anteriores estancias, una casita en las afueras del pueblo con unas vistas increíbles nos demostró que todos los lugares en India tienen su encanto, y que este iba a ser de momento el mejor.
La casita en cuestión, pertenecía a una familia de aspecto oriental, como la mayoría de nativos de la zona, y que transmitían en seguida el ambiente acogedor que se respiraba en la casa.
Para entrar en contacto con la civilización, teníamos que bajar una pequeña pero costosa pendiente que cruzaba el barrio de los panaderos, lleno de pequeños hornos en los que no paraban de hacer un pan tan bueno como económico, y que estaba custodiado por el primer ejemplar de oveja-perro conocido.
Las llegadas a los diferentes monasterios budistas, eran más agradecidas que de costumbre, ya que significaban el merecido descanso tras una larga subida, que digo yo que los monjes también podían haber montado sus templos en el centro de la ciudad y ahorrarnos la “escalada”.
Durante 5 días disfrutamos de la amabilidad de las gentes del lugar, de la tranquilidad que se sentía en aquellas montañas y del buen rollo que daban los monjes tibetanos que tantas veces habíamos visto por televisión, pero nuestro viaje debía continuar…
Angelete
Bueno chicos, por fin hoy os he empezado a leer, he probado mil combinaciones hasta dar con el link correcto.
ResponderEliminarMenuda aventura!! Me uno a la peticion de Perfe, podriais subir algunas fotillos que se nos caigan los dientes!!
Espero que todo os siga yendo como hasta ahora y no dejeis de contarnos todo, que ya vais teniendo un grupete de seguidores.
Un besazo a los dos.
Migue